La buena normalidad - Sus bases y fundamentos

La buena normalidad - Sus bases y fundamentos

von: Daniel Chamorro, Daniel Barabaschi

BookBaby, 2022

ISBN: 9781667827261 , 267 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: frei

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Preis: 11,89 EUR

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La buena normalidad - Sus bases y fundamentos


 

ESTUDIO 1
La buena normalidad
”El Cristianismo, si es falso, es simplemente irrelevante. Si es auténtico, es de vital importancia. Es la única cosa que no puede ser a medias.”
──- C.S. Lewis
El Hombre en la arena.
”El crítico no cuenta, ni el que señala cómo tambaleó el hombre fuerte, ni dónde podría haber mejorado el que hizo las obras. El mérito pertenece al hombre que en realidad está en la arena, el que está con el rostro cubierto por el polvo, el sudor y la sangre; que lucha valientemente; que se equivoca y falla vez tras vez; que conoce los grandes entusiasmos, las grandes pasiones y se desgasta por una causa digna; el que, en el mejor de los casos, conoce al final el triunfo de los grandes logros; el que, en el peor de los casos, si falla, por lo menos falla por atreverse en grande, de manera que su lugar jamás sea con esas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota.”
Theodore Roosevelt.
(Tomado del discurso ”La Ciudadanía en una República” que pronunció en La Sorbona, Univer-
sidad de París, Francia, en 1910)
Preguntas para el diálogo y reflexión
¿Qué es la ”buena normalidad” para los cristianos?
¿Cuáles son las dificultades que enfrentamos cuando queremos vivir en el plan de Dios?
¿Cómo nos afecta conocer y vivir en la verdad de Dios?
”Por esto, ya que por la misericordia de Dios tenemos este ministerio, no nos desanimamos. Más bien, hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas; no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios. Al contrario, mediante la clara exposición de la verdad, nos recomendamos a toda conciencia
humana en la presencia de Dios. Pero si nuestro evangelio está encubierto, lo está para los que se pierden. El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios… Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo…Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.” (2 Corintios 4:1-4, 7-10, 16—, NVI)
Hoy nos hablan de ”nueva normalidad”, y debemos hacernos la pregunta ¿Qué es normal? ¿Qué cosas podemos aceptar como normales y cuáles no? ¿Todo lo que se enseña desde los ámbitos oficiales o de gobierno, es correcto? ¿Todo lo que se acepta socialmente, está bien?
Hay una buena normalidad, que es infinitamente mejor que cualquier ”nueva normalidad” que se nos quiera sugerir o imponer. No cuestionamos que todos los cambios sean malos, sino el que perdamos de vista lo que a los ojos de Dios y su verdad es lo ”normal”, lo normativo, aquello que nos indique cómo vivir mejor, cómo convivir mejor, cómo ser mejores personas y cuáles son los valores que harán una mejor sociedad.
Existe una buena normalidad, se trata de los principios de Dios, del plan trazado desde la eternidad para la humanidad. La verdad absoluta existe, y la tiene sólo Dios. Es una verdad que nos es revelada en Jesucristo quien afirmó: ”Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Por eso, la ”buena normalidad” es posible. La normalidad para los cristianos es que Cristo sea el modelo a seguir y la Palabra de Dios la guía de nuestra conducta. Eso es una buena normalidad, que nos permitirá tener una vida abundante y significativa.
La buena normalidad
No nos desanimamos
Es muy revelador el pasaje de 2 Corintios 4:1-18. El apóstol le escribe a una iglesia para enseñar que vivir en el plan del Señor implica una lucha con cosas visibles e invisibles, pero que hay una seguridad única en esa manera de vivir. Nos deja ver que no importa lo difícil que sea la situación, Dios está en control y no debemos rendirnos ante la adversidad. Sabemos en quién hemos creído, sabemos lo que queremos, tenemos confianza en una esperanza segura y firme (Hebreos 6:19).
También nos muestra que el fin no justifica los medios, por lo que no necesitamos recurrir a lo oculto, a lo vergonzoso, ni torcer la Palabra de Dios, sino que debemos poner la verdad de la Palabra de Dios por delante. ¡Nos ha sido dado un tesoro! Nosotros somos como vasos de barro que portan oro puro.
Tenemos fe y esperanza para seguir luchando, porque sabemos quién tiene la última palabra, quién reirá último, quién es el vencedor que comparte su victoria con nosotros. El diablo ciega los ojos de las personas para que no vean la luz del mensaje de Cristo, pero la luz del evangelio debe ser llevada a pesar de la adversidad. Creer en un Dios real, creer en la verdad, es no fijarnos en lo que se ve, sino en lo invisible. Es vivir mirando lo eterno por encima de lo pasajero de este mundo. Allí está nuestra victoria.
Dios tiene un plan, una buena normalidad para nosotros ¿Cuál es ese plan? ¿Cuál es esa verdad que hay que poner por delante? ¿Cómo es esa fe que nos dará la victoria? ¿Qué podemos esperar que produzca en nosotros y en el mundo? En los estudios de este año, estaremos buscando respuestas a éstas y a otras preguntas.
La buena normalidad, su esencia
Creemos en Dios. Un solo Dios, trascendente pero cercano. Los teólogos utilizan palabras específicas para intentar ser precisos al describir los atributos de Dios en palabras humanas. Por ejemplo, todopoderoso, para describir que todo lo puede; omnisciente, para expresar que todo lo sabe; omnipresente, para decir que está en todo lugar a la vez.
Dos palabras describen atributos de Dios importantes para nosotros, trascendente e inmanente. La primera palabra hace
referencia a que Dios está por encima de todas las cosas, que su realidad existe más allá de nuestro universo físico o del de las ideas humanas. Él supera todo lo que podamos incluso llegar a imaginar. Dijo C.S. Lewis, un catedrático ateo convertido al cristianismo: ”Dios no puede ser producto de mi imaginación, porque, para nada, Él es lo que yo pude imaginar de Él.” La segunda palabra, inmanente, describe a un Dios que no está lejos, ni ajeno a nuestra realidad, que es cercano y por lo tanto podemos relacionarnos con Él.
Dios es trascendente e inmanente, si sólo fuera trascendente, no tendríamos posibilidad de alcanzarle nunca, si sólo fuera inmanente, de poco nos serviría llamarle Dios, sería como nosotros. Pero Él es ambas cosas, entender que tenemos un Dios cercano, pero que a la vez habita en la eternidad, nos da la posibilidad de acceder a una vida de una calidad superior a la mera existencia biológica.
Dios, que es trascendente, se ha revelado a los hombres, se acercó a nosotros, es inmanente y algo más maravilloso aún, ”se hizo carne”, tomó la forma humana en Cristo. Vino a salvarnos, a pesar de que nosotros le dimos la espalda y le traicionamos. Es fundamental saber lo que creemos, cuáles son los principios que nos son revelados en Cristo, pues son los cimientos de la vida que debemos edificar.
La buena normalidad, la vivencia
De poco sirve saber muchas cosas si no las vivimos. Una cosa es saber y otra es conocer. Una cosa es acumular datos en la cabeza y otra muy diferente es experimentarlos. Así pasa con las verdades que se nos revelan en la Palabra de Dios. Necesitamos aprender a vivir bajo los valores del reino de Dios y no sólo saberlos.
Cuando oramos, ”venga tu reino”, le estamos diciendo a Dios que queremos que su gobierno se haga presente en nuestra manera de vivir, que su voluntad se haga en la tierra donde nosotros habitamos y nos desenvolvemos.
Vivir en el plan de Dios, es una experiencia cotidiana que produce cosas significativas y trascendentes en nuestra vida, familia, relaciones, sociedad.
La buena normalidad, los frutos
Los resultados de vivir en el plan de Dios son extraordinarios. Hay bendiciones que se experimentan aquí y ahora, hay otras que son para la vida venidera. Las bendiciones que ofrece estar alineado con...