Los mejores reyes fueron reinas

von: Vicenta Márquez de la Plata

Nowtilus - Tombooktu, 2018

ISBN: 9788499679839 , 352 Seiten

Format: ePUB

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Los mejores reyes fueron reinas


 

Capítulo 2


Catalina la Grande, zarina de Rusia


Con una gran voluntad de poder, Catalina dio un golpe de Estado y se convirtió en autócrata durante treinta y cuatro años, pero en vez de disfrutar de la situación se dedicó a modernizar el país, a aumentar su territorio, a multiplicar su prestigio y su poder en todos los sentidos, y además a hacerlo con su esfuerzo personal, directo y constante. Recomendamos la lectura de Catalina la Grande, retrato de una mujer, de Robert K Massie.

EL TIEMPO QUE LE TOCÓ VIVIR A CATALINA LA GRANDE


Los rasgos distintivos de la sociedad rusa en esta época (siglo XVIII) eran la servidumbre campesina, el dominio de la nobleza, la debilidad de las clases medias y la autocracia de los soberanos.

La nobleza media poseía de cien a quinientos siervos, los grandes señores más de mil de promedio mientras que los pequeños nobles se contentaban con menos de cien. Desde finales del siglo anterior, se permitía vender a los campesinos sin la tierra y castigarlos con el látigo (knut), tratamiento que hasta entonces se había reservado para los esclavos personales. También se permitía hacerles cambiar de residencia o deportarles a Siberia o a las minas (derecho que se confirmó de nuevo en el siglo XIX, 1806). Los siervos habían estado obligados a prestaciones personales de tres días semanales, en el transcurso del siglo XVIII estos tres días se vieron duplicados y la obligación se extendió a seis días, de modo que todos los días de la semana pertenecían al amo, y al siervo solo le quedaba el domingo para cultivar su propia tierra.

Catalina la grande de Rusia, de Virgiluis Eriksen

Escenas de la vida rural en Rusia en el siglo XVIII

Imposiciones (medievales) que en Europa ya habían sido abolidos hacía siglos aún estaban vigentes en Rusia, tales como la obligación de pedir permiso al amo para contraer matrimonio, sin el cual el siervo no podía casar.

Yemelian Pugachev

Además, las familias podían ser separadas al arbitrio del señor. Estas exigencias explican de por sí las continuas rebeliones campesinas como las de Pugachev en toda la región del Volga y los bajos Urales.

Nacido en una familia de cosacos, a los dieciocho años Yemelián Pugachev fue reclutado a la fuerza por el ejército ruso y separado de su familia. Combatió contra los prusianos en la guerra de los Siete Años (1756-1763). En septiembre 1773, tras haber desertado del ejército ruso después de participar en tres guerras, disgustado por el Gobierno de la zarina Catalina la Grande, lideró una revuelta de los cosacos del Don en la cuenca del Volga y el bajo Ural. En sus correrías se hacía pasar por el fallecido zar Pedro III, ya que a miles de kilómetros de distancia de San Petersburgo nadie conocía la apariencia del zar que había muerto asesinado casi diez años atrás.

Boyardos en el siglo XVIII

Una flamante nobleza de servicio apareció al amparo de los zares; esta se formaba por la burocracia y los mandos del ejército, esta nueva nobleza se fusionó con la antigua, la llamada de los Boyardos.

Pedro el Grande ya había establecido una estrecha alianza con la aristocracia, a aquellos otorgó grandes poderes sobre los campesinos y el poder de la administración local. Más tarde, como veremos, Catalina confirmó esta situación de privilegio.

A más de su posición frente al campesinado y a los privilegios políticos y territoriales, se unieron otros que pusieron en manos de la nobleza la dirección de la industria y el comercio.

Así, la nobleza podía explotar libremente, no solo la tierra, sino el subsuelo, establecer fábricas, comerciar y exportar productos agrícolas y manufacturados. Todo esto hacía la competencia a los escasos mercaderes de las ciudades. Algunos de estos mercaderes lograron prosperar uniéndose a algún noble para formar empresas, fábricas o compañías exportadoras.

En realidad gran parte del país vivía aún en una economía autosuficiente, una economía cerrada, los dominios señoriales producían lo necesario para los habitantes, por tanto, era la agricultura la principal fuente de riqueza y esta estaba en mano de los nobles, boyardos o señores nuevos.

El emperador, zar (forma derivada de la palabra caesar) de Rusia era un verdadero autócrata, un oligarca, dictador, amo y dueño, soberano de vida y muerte. Su mismo título lo decía: zar autócrata.

Pedro I el Grande

El zar Pedro I intentó regularizar la sucesión según el modelo sueco para evitar la confusión que seguía a la muerte de cada soberano, o las guerras que surgían cuando este se aproximaba a su fin. De tal modo era la confusión por la herencia del zar que se decía que el el siglo XVIII la sucesión no era hereditaria ni electiva, sino ocupativa. En último término, como en la Roma imperial, la guardia imperial tenía la última palabra en la sucesión. Según el que fuera protegido por la guardia, así era el elegido.

Este fue el país al que llegó una joven alemana sin gran preparación específica, la que habría de convertirse en la zarina de todas las Rusias, Catalina la Grande, que intentó modernizar ese inmenso país, con resultados desiguales.

ORÍGENES DE CATALINA, NACIDA SOFÍA DE ANHALT-ZERBST


En 1742 la emperatriz rusa Isabel I, al no tener hijos, proclamó heredero a su sobrino, hijo de Ana, su hermana mayor. Se llamaba este Carlos Pedro Ulrico de Holstein-Gottorp (28 de febrero de 1728), el cual con catorce años fue bautizado en la fe ortodoxa con el nombre de Pedro.

La zarina Isabel de Rusia

Parece ser que el príncipe, aunque de ilustre familia, no era demasiado inteligente; por conveniencia dinástica le casaron con Sofía de Anhalt-Zerbst. La aristócrata alemana para poder reinar junto con su prometido, igual que él había hecho, se convirtió a la fe ortodoxa, abandonó el nombre de Sofía y en el bautizo tomó el de Catalina.

El padre de Sofía-Catalina, llamado Christian Augusto, era príncipe de Anhalt-Zerbst y gobernaba la ciudad de Szczecin en nombre del rey de Prusia. Era sin duda un noble, pero de segundo rango y la familia de Sofía nunca hubiese soñado en que su hija se convirtiese en la zarina de todas las Rusias. En realidad no tenía doce años todavía cuando se habló de casarla con su tío Jorge Luis de Holstein-Gottorp, que estaba muy enamorado de ella. Y es posible que el proyecto se hubiera realizado si antes, en 1744, no hubiese llegado al palacio de los Anhalt (apellido de su familia) una carta procedente de Rusia.

Aquella misiva procedía de la mano de la zarina Isabel que había tomado su decisión y escogía a la joven como esposa del futuro zar. De más está decir que los príncipes alemanes dispusieron prestamente el viaje y, aunque desearon que nadie supiese el motivo de tan raudo desplazamiento, al parecer a su llegada a Rusia la gente estaba ya enterada de todo. A su llegada a la ciudad ya había multitudes que los esperaban, quizás con la intención simplemente de ver a la futura zarina, la que ellos ya consideraban la prometida del zarevich. Según pasaba la joven era aclamada por los ciudadanos. A primeros de febrero de 1744 Sofía y su familia eran recibidas por la zarina en el palacio de Annenhof, entonces ocupado por la familia imperial.

Federico de Prusia

La elección de Sofía como la futura esposa del zar (Pedro de Holstein-Gottorp) se debió a la gestión diplomática entre el conde Lestocq y Federico II de Prusia, a cuyo servicio había estado hasta entonces el padre de Sofía-Catalina.

No había recibido Catalina ninguna educación especial que le capacitara para ser emperatriz. Apenas Sofía comenzó a caminar, su madre se había ocupado de llevarla a bailes, banquetes o fiestas de disfraces en las casas más importantes de la región, para que se desenvolviera en un ambiente de etiqueta. Juana era fría con su hija y el padre distante. Tal y como se acostumbraba en las casas elegantes de la nobleza, los niños habían de ser educados por una mademoiselle francesa, una gobernanta que asegurase al menos el conocimiento del francés, la lengua culta de entonces.

Sofía solo recibió afecto de su gobernanta Babette Cardel, una joven francesa paciente y tierna con ella, que le enseñó a leer, escribir y hablar francés. De su mademoiselle, la misma soberana diría que «era la clase de gobernanta que todo niño debería tener». Nunca refrenó el espíritu alegre de su alumna, sino que la alentaba a la conversación y celebraba su vivacidad e inteligencia. Ella le hizo leer a Corneille, Racine y Moliere, cosa que influiría en su futuro.

El matrimonio con el zarevich se llevó a cabo porque tanto el conde Lestocq como Federico de Prusia querían fortalecer la amistad entre Prusia y Rusia para así debilitar la influencia de Austria y, al tiempo, arruinar al canciller Alekséi Bestúzhev-Ryumin, consejero de la zarina Isabel y que era un conocido partidario de la...